El presidente Álvaro Uribe visitó La Paz y regresó con un
retrato de Simón Bolívar perfilado en hojas de coca y una misión
‘autoasignada’ de mediar a favor de los intereses bolivianos en Estados
Unidos. La peculiar obra de arte no es fruto de una nueva era estética
inaugurada por el presidente Evo Morales, defensor de los cocaleros, sino
que se inscribe en una tradición boliviana de varias décadas, consistente
en recordarle al mundo que la hoja de coca ha sido inocente producto de
consumo milenario. No hay viajero, ilustre o modesto, que aterrice en La
Paz y no reciba su dosis de té de coca para el mal de altura; quizá el
presidente Uribe también se benefició de su reconfortante
efecto.
El regalo del mandatario boliviano a su colega colombiano
no es el primero que lleva implícito un mensaje de reivindicación de la
hoja de coca. La secretaria de Estado de Estados Unidos, Condoleezza Rice,
también recibió un singular presente de Morales la semana pasada, durante
la visita que ambos hicieron a Valparaíso, sede del Congreso chileno, para
asistir a la toma de posesión de la presidenta Michelle Bachelet. Evo le
dio un charango (instrumento de cuerdas típico del altiplano boliviano)
adornado con incrustaciones de hoja de coca. ‘Condi’ no se percató
inmediatamente de qué estaba hecha la franja verde que cubría la parte
superior del instrumento, pero trascendió que después sus asesores
manifestaron inquietud por tener que llevarlo a Estados Unidos.
El
significado político de los dos gestos es inocultable. Para nadie es un
secreto que Morales defiende la importancia cultural que la hoja de coca
tiene para su país, en oposición a lo que piensa el gobierno de
Washington, empeñado en la erradicación total de las plantaciones como
parte de su guerra contra el narcotráfico. El regalo a la secretaria Rice
subrayó claramente la posición de Evo, que resumió después con una frase:
“No somos de la cultura de la violencia, del narcotráfico, de la
cocaína”.
Es elocuente que el otro regalo fuera para Uribe, aliado
de Estados Unidos en la guerra antidrogas y promotor de la fumigación de
los cultivos que Morales no considera ilícitos. Es obvio que el presidente
boliviano también quiso marcar sus diferencias con su colega colombiano,
con el que además discutió los efectos negativos que tendrá para Bolivia
el TLC que Colombia firmará con Washington.
El verde ícono de
Bolívar debe estar ornando ya la Casa de Nariño. Bienvenido. Pero, si nos
atenemos a la tarea que cumplió Uribe en La Paz –informar a los
productores de soya bolivianos que no les compraremos más su producto–, lo
indicado para formar el retrato no eran hojas de coca, sino vainas de
soya.
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