Una crítica de arte

por Lucas Ospina

 

 

 

El interés por la crítica de arte ha disminuido notablemente en las últimas décadas. El crítico de arte desapareció y su puesto fue ocupado por el curador de arte. Esta transacción no pasó de un día a otro, fue un proceso lento y gradual. Algunas veces se dio una mirada al asunto y tanto el público como los especialistas se vertieron con estusiasmo sobre ciclos de conferencias y publicaciones dedicadas a resaltar la importancia de la crítica de arte, pero estas iniciativas nunca alcanzaron una dimensión significativa: los hechos siempre demostraron que preguntarse por la crítica de arte era contraproducente, las inquietudes de ese tipo eran una herencia del pasado ajena al espíritu de estos tiempos. La crítica de arte ponía límites donde ya nadie los veía: si un curador decía que la obra de un artista era política, el crítico de arte diría que para que fuera política tendría que alcanzar antes una dimensión política; si un periodista era fiel a los comentarios de un artista y los amplificaba en la prensa, el crítico de arte usaría las palabras del artista para medirlo bajo sus propias premisas; si un publicista inventaba una campaña de caridad donde los artistas hicieran obras, el crítico de arte “criticaría la calidad de las obras” olvidando el noble fin que había detrás de la campaña; y finalmente, si un medio de comunicación daba espacio a un crítico de arte, tarde o temprano el crítico terminaría criticando al medio de comunicación. Esta actitud del crítico de arte no era consecuente con la idea de religar arte y vida, al contrario, al describir los límites de la obra de arte el crítico lo que hacía era evitar que el arte fuera parte de esa promesa de paz y libertad que ilusiona a la humanidad en los momentos más difíciles. El crítico de arte mediante su descripción no añadía nada, se limitaba a limitar; el crítico de arte era un parásito que nadie sabía para que servía o que interés perseguía.

 

Ha sido siempre urgente dar una respuesta a los cuestionamientos apocalípticos que se empeñan en declarar el fin del arte —o a aquellos más recientes que preguntan sobre el papel del arte ante la globalización o que versan sobre la responsabilidad ética del artista transnacional dentro de la moralidad postcolonial (por no decir posmoderna)– esas preguntas, y muchas otras, demandan una respuesta inmediata y cualquier digresión que entorpezca  esas pesquisas de la teoría es un ejercicio practicado únicamente por diletantes. Porque preguntarse aquí y ahora sobre “¿Porqué o para qué hacer crítica de arte hoy día?” es propiciar una paradoja. Se sabe que el arte actual es tan crítico que el espacio que ocupaba la crítica de arte ha sido invadido por la obra misma, decir “crítica de arte” es un sofisma, pretender criticar al artista es desconocer el nivel de especialización al que ha llegado el sector de la cultura. Ya no es la época en que el artista sabihondo de técnica pero falto de teoría era víctima de comentarios malévolos y algunas veces justificados, “bruto como un pintor” se decía. Ahora gracias a la profesionalización del arte, los artistas que se gradúan de las universidades han dejado bien atrás a su pariente el artesano y han alcanzado un nivel de conciencia histórica y de autoreflexión que hace posible, por ejemplo, que esa mala pintura que vemos en la galería no sea una mala pintura (como la llamaría un crítico de arte) sino una crítica a la mala pintura. “Pinto mal para poner en evidencia la mala pintura” es el gesto del artista contemporáneo, una crítica que demuele a la academia, una crítica que demuele al comercio y finalmente, una crítica que demuele a la crítica (de arte); y si bien el crítico de arte podría inferir cierta contradicción en el hecho de que la crítica que demuele a la academia sale de la universidad o que con la crítica que se demuele el comercio se comercia, estos argumentos confirman el ocaso de un pensamiento procrastinador que mediante comentarios irrefutables pero poco convincentes se abstiene a participar del goce de este mundo.

 

En las últimas etapas de la transición del régimen del crítico de arte al régimen del curador de arte, una inmensa minoría de artistas opuso resistencia, argumentaban que una tiranía estaba siendo reemplazada por otra. Entre sus consignas se contaba la de afirmar que la curaduría era una crítica de arte pasiva: la crítica del curador era inclusiva, es decir que solamente mencionaba con gusto y a gusto lo que incluía, decían que este procedimiento no era justo pues al evitar mencionar lo que se excluía, todo aquello dejaba de existir. Decían que al menos el crítico de arte tenía que darle nombre a lo que no era de su agrado y aún cuando esta expresión de su gusto generaba polémicas, estos artistas preferían que “hablaran de ellos, así fuera mal”. Algunos artistas atentos a esta situación propusieron el monopolio de la curaduría a cargo de los artistas, y así pasaron ellos a dar manejo a esta transacción; pero luego de un tiempo notaron que esta figura también generaba tiranía, entonces recurrieron al pragmatismo y llegaron a una formula que logró gran consenso: asumieron al curador como un artista más. El curador podía ser definido como alguien que hace una obra, la exposición, a partir de obras hechas por artistas, escogiendo obras de arte de la misma manera en que un pintor escoge colores. Esta redefinición fue ampliamente aceptada pues le daba al curador algo de artista y al artista algo de curador. Sin embargo jamás se pensó en darle el mismo fin del crítico de arte al curador de arte: los curadores eran necesarios pues su labor estaba determinada por contratos antiguos que implicaban oficios adicionales a la creación, labores a veces tediosas —como la de cumplir un horario de oficina— que muchos artistas no querían o podrían asumir. Desde el derecho romano se definía la función del curador como aquel funcionario encargado por la sociedad de representar a todos aquellos que por motivos de edad o de incapacidad mental no son personas ante la ley (impúberes, farmacodependientes, idiotas, locos);  y este planteamiento, aún en su anacronismo, delataba responsabilidades mayores que las de escoger unas obras y crear una exposición; implicaba ser la voz de los artistas ante la ley, cuidar de sus obras, tanto en cuerpo como en espíritu.

 

En un mundo donde los índices de producción artística eran cada vez mayores, el lenguaje favorito de la ley continuaba siendo la palabra y era en este dominio donde el curador ejercía una función y demostraba su talento: ante la ambigüedad, inmediatez y sensualidad de la producción artística, el ejercicio de poner en texto lo hecho por el artista ofrecía la garantía de que por lo menos alguien había hecho un trabajo. La traducción  de la obra de arte a la lógica y rigor de un texto tenía múltiples objetivos y para un tipo de público, determinado por una ley de mercadeo, el curador, casi con la misma rapidez del periodista, producía un tipo de texto: texto para un catálogo, texto para la exposición, texto para la historia, texto para la prensa, texto para un acta de jurado, texto en un idioma extranjero, texto para una conferencia, texto para la institución, texto para la pedagogía, texto para la sociología, texto para una carta de recomendación, texto para autentificar una obra; una amplia gama que cumplía siempre con el tácito deber de publicitar: hacer publico y formar un público para lo obra. Era poco o nada usual que un curador escribiera un texto sin tener una fecha límite de entrega, un destinatario preciso o un marco teórico predeterminado: pensar en un comercio de frases cuyo destino fundamental era el texto mismo era un pensamiento ocioso propio del dandi. Era normal y deseable que un solo texto tuviera una cantidad diversa de usos: esto era un síntoma de progreso, un nivel absoluto de homologación que auguraba la llegada de un acuerdo general en torno a la teoría que respaldaba la obra de arte.

 

Las experiencias nefastas de los excesos de la crítica de arte habían sido aprendidas: por un lado la posibilidad de hacer textos creativos había degenerado en una crítica lírica más cercana a la literatura que a la teoría y que habían convertido al texto de arte en un vademécum de licencias poéticas; no sobraba decir que para la ley, este tipo de escritura no era favorable, pues concebir la escritura de la obra como un acto adicional de creación impedía discernir con claridad donde empezaba una creación y donde terminaba la otra. El otro camino que los textos curatoriales evitaban era el de la crítica destructiva pues ¿cuando se había visto que un abogado no hablara bien de su cliente? Los textos curatoriales restituían la obra de arte al mundo y la soltaban de las ataduras formales que la crítica de arte, en su miopía, se había esforzado por mantener; hablar de las especificidades de la forma era una cosa del pasado, estos tecnicismos eran de dominio exclusivo del artista y escribir sobre esos detalles, además de la dificultad que implicaba hacerlo, era meterle el dedo en la boca al artista; los curadores escribían sobre lo que se podía escribir, y aquellas obras de arte que se negaban a ilustrar con claridad alguna de las teorías que tanto afectan al artista contemporáneo, revelaban  en su hermetismo una desconexión del artista con su entorno: ser difícil para el discurso implicaba que la obra de arte se resguardaba en el autismo del arte por el arte, negándose a la integración de arte y vida: el arte ya no era estético, era ético, la ética del artista ya no era la estética, la ética era con el mundo y con todo aquello que había sido hecho por el bienestar de la cultura, por ejemplo, las instituciones culturales.  Dado lo anterior, poco o nada frecuentes eran los ejemplos de crítica de arte;  y si bien algunos detectaron  que el auge de la curaduría había liberado un espacio que podía ser apropiado para la crítica, los hechos señalaban que esa liberación solamente era el preludio de su muerte. Unos pocos curadores mostraron mediante una práctica discreta y esporádica cierto interés por mantener la figura del crítico de arte, sin embargo sus intenciones fueron menguadas por los compromisos que la curaduría misma exigía, además esta hibridación generaba un conflicto de intereses que ponía en riesgo todas las relaciones laborales del gremio artístico; estaba visto que la curaduría debía ofrecer una imagen correcta e inclusiva y que desarrollar prácticas exclusivas e individualistas iba en contra de las políticas de institucionalidad y sociabilidad en las que el arte se había inscrito.

 

Al final la gente se acostumbró a la rara manía, de este día y época, de pretender llamar la atención sobre la crítica de arte y con esto su destino quedo marcado. Gracias al consenso logrado el gremio del arte demostraba la inutilidad de la crítica de arte y se ponía en sintonía con el país, donde por doquier la siguiente frase anunciaba un tiempo mejor por venir: “Aquí no hablamos de cómo está la situación… aquí estamos bien y mejorando.”

 

 

Texto con texto:

 

1.

[El interés por la crítica de arte ha disminuido notablemente en las últimas décadas.]

 

“[…] busco entender el porqué de la sentencia ‘en Colombia no hay crítica de arte’, que he escuchado de manera reiterada en mil oportunidades, generando en mí, cada vez una pequeña crisis de identidad.”

—Carolina Ponce de León (en El efecto Mariposa, Ensayos sobre arte en Colombia, 1985-2000)

 

 

2.

[Algunas veces se dio una mirada al asunto]:

 

En Columna de Arena de José Roca. Reflexiones críticas desde Colombia:

http://www.universes-in-universe.de/columna/col1/col1.htm

http://www.universes-in-universe.de/columna/col16/col16.htm

http://www.universes-in-universe.de/columna/col49/col49.htm

 

 

3.

[La crítica de arte ponía límites donde ya nadie los veía] :

 

a) “Según Hal Foster, hay una actitud de molestia hacia el papel que cumple el crítico de arte cuyo origen puede localizarse en el sector más dinámico de la industria cultural. En esta área se considera la actividad crítica como el resultado de un esfuerzo inútil. Semejante afirmación se basa en la aplicación del modelo corporativo al campo artístico, que ha venido haciéndose efectiva desde los años ochenta, y que, a grandes rasgos reconoce a todo funcionario involucrado en el sistema de producción y circulación del arte como un sujeto de quien se espera su dedicación y fidelidad a favor del adecuado desempeño del aparato comercial que lo admite profesionalmente. En otras palabras, si alguien trabaja ‘dentro de la cultura’, debe mantener e incrementar en la medida de los posible, y preferiblemente por rutas legales, el intercambio de objetos artísticos por cuantía de capital. Este funcionalismo a ultranza genera, además, la adopción de un credo sobre el valor social de la crítica de arte basado más o menos en los siguientes términos: cuando se emiten juicios, estos han de servir para consolidar el status comercial de una práctica artística o un productor de arte, de lo contrario, resultarán innecesarios, y por lo mismo obstaculizarán un deseable avance económico.”

—Guillermo Vanegas Flórez (en “El naufragio de la crítica”, publicado en Revista Lápiz #210-211)

 

b) “De acuerdo con la metodología de Edwards [ver www.nber.org/papers/w10302], el mayor valor monetario de la obra reciente de Botero sería, única e inevitablemente, consecuencia de una mayor riqueza artística en su producción actual que en la más temprana, una conclusión que podría ser, por supuesto, motivo de controversia (¿el mayor precio de estos cuadros no será, más bien, el resultado de otros aspectos de la oferta y la demanda del mercado del arte?). Al respecto vale la pena recordar que varios críticos de la obra de Botero insisten en que sus primeras pinturas, aquellas de los años sesenta, burlonas, sarcásticas e irreverentes, tan emparentadas con el nadaísmo, tienen mayor valor artístico que las más recientes. Aquí el mercado y la crítica irían en contravía.”

—Armando Montenegro (en “Pintores colombianos: valor y precio”, Periódico El Espectador, Febrero 29, 2004)

 

 

4.

[si un periodista era fiel a los comentarios de un artista y los amplificaba en la prensa, el crítico de arte usaría las palabras del artista para juzgarlo bajo sus propias premisas]

 

a) “Algunos críticos retrógrados definen su obra como ‘diseño gráfico pintado’ y Franklin Aguirre ha declarado que le parece maravilloso. El artista nutre su trabajo del diseño, porque fue su primera formación y porque sostiene que en el mundo contemporáneo es un campo relacionado con las artes plásticas: admira los procesos de producción, emplea el mismo rigor y da a sus obras una factura igualmente perfecta.”

—(en “En homenaje a los afectos, Muestra de Franklin Aguirre” Periódico El Espectador, 19 al 25 de Junio, 2005)

 

b) “En el cuadro de Marilyn, Aguirre demuestra su destreza con el pincel. Es una obra que rompe con su línea tradicional, llena de colores planos, tonos pastel y casi nada de sombras. Es un retrato casi perfecto. ‘En estos momentos la factura de mis obras ha llegado a un punto tal que ya puedo preocuparme más por el contenido y el contexto de las obras’ […]. En la última subasta de Christie’s a beneficio del Museo Nacional, la obra de Aguirre se vendió a muy buen precio y Jeannette Van Campenhaut, del departamento de arte latinoamericano de la famosa casa, y Dense Ratinoff, martillo de la misma, coincidieron en calificar su trabajo como “el más interesante de los que se exhibieron y remataron”.

—(en “Franklin Aguirre presenta un colección de trabajos hechos entre el 2000 y el 2005”, Periódico El Tiempo. Junio, 2005)

 

 c) “Mi trabajo comienza donde termina el de Warhol’, dice.”

—Diego Garzón (en “Franklin Aguirre: Mundos personales” Revista Semana, Julio 4, 2005)

 

d) “Las etiquetas son muchas y variadas. Una la sella la firma del artista y la cadena de supuestos que genera. Decir ‘Botero’ es decir París, Italia mármoles y condesas; es decir Campos Elíseos y Christie’s, es decir ‘mucho dinero’, es decir, ‘solo compra quien puede comprar’, etc. La siguiente etiqueta son las fórmulas de bolsillo para definir ‘lo que quiso decir el artista con su obra’. Por ejemplo Antonio Barrera y el paisaje místico, Grau y el barroco popular, Dario Morales y el erotismo expectante, Botero y la voluptuosidad. […] Las formulas de bolsillo se convierten también en juegos de adivinanzas. El ‘test’ de cultura es reconocer la firma estilística. Reconocer el estilo es gratificación instantánea. Gordo es Botero, travesti es Grau, bruma es Barrera, mosca es… Identificar a los autores produce una especie de seguridad cultural. Se les pide, en el fondo, no cambiar.”

—Carolina Ponce de León (en El efecto Mariposa, Ensayos sobre arte en Colombia, 1985-2000)

 

 

5.

[si un publicista inventaba una campaña de caridad donde los artistas hicieran obras, el crítico de arte “criticaría la calidad de las obras” olvidando el fin noble que había detrás de la campaña]:

 

a) Campaña “ArborizaArte

 

b) Fundación “SalvArte

 

c) “Homenaje a la bandera” [ver http://www.elobservatorio.info/esferapublica/arteparamilitar.htm]

 

d) Colección “NavidArte”

 

e) Fundación “SodomisArte

 

f) Campaña “CocinArte

 

 

6.

[El crítico de arte mediante su descripción no añadía nada, se limitaba a limitar; el crítico de arte era un parásito que nadie sabía para que servía o que interés perseguía.]:

 

a) “Los críticos son como perros que le ladran a las ruedas de una bicicleta”

—Marcel Duchamp

 

b) “Mi capacidad juzgadora es tardía. Otros críticos leen por la mañana un libro y a la noche tienen listo el artículo de análisis para ilustrar al público al día siguiente. En mi caso la formación de un concepto preciso acerca de la obra exige una maduración de muchos días auxiliada por la comparación del libro recién aparecido con otros de más antigua data debidos a la misma persona, y auxiliada dicha maduración sobre todo con datos relativos a la vida del autor. Estudiando un libro me interesa menos el producto que la persona del autor y si en las páginas de esa obra no puedo hallar todo el individuo mental que busco, he de rastrear en otra parte los rasgos de su persona moral. [Y todo esto] porque aún sin quererlo, los artistas malos, buenos y mediocres no hicieron ni hacen otra cosa, voluntariamente o sin saberlo, que poner más o menos al desnudo, delante del público, su fuerte o lánguida, su brillante u opaca mentalidad”.

—Baldomero Sanín Cano

 

c) “Durante un tiempo la Crítica acompaña a la Obra, luego la Crítica se desvanece y son los Lectores quienes la acompañan. El viaje puede ser largo o corto. Luego los Lectores mueren uno por uno y la Obra sigue sola, aunque otra Crítica y otros lectores poco a poco vayan acompasándose a su singladura. Luego la crítica muere otra vez y los Lectores mueren otra vez y sobre esa huella de huesos sigue la Obra su viaje hacía la soledad. Acercarse a ella, navegar a su estela es señal inequívoca de muerte segura, pero otra Crítica y otros Lectores se le acercan incansables e implacables y el tiempo y la velocidad los devoran. Finalmente la Obra viaja irremediablemente sola en la Inmensidad. Y un día la Obra muere, como mueren todas las cosas, como se extinguirá el Sol y la Tierra, el sistema Solar y la Galaxia y la más recóndita memoria de los hombres. Todo lo que empieza como comedia acaba como tragedia.”

—Roberto Bolaño (en Los Detectives Salvajes)

 

 

7.

[estos argumentos confirman el ocaso de un pensamiento procrastinador que mediante comentarios irrefutables pero poco convincentes se abstiene de participar en el goce de este mundo.]

 

“El arte debe convertirse en una opción de vida, en una presencia continua que anime la existencia pese, o justamente, porque vivimos momentos aciagos. Celebración y arte se abrazan, el arte es una celebración y saber celebrar es un arte. Todo esto se puede sintetizar apelando a un Proverbio Aino, una población minoría del Japón actual. El proverbio simplemente dice: ‘el mundo se suma a quien lo goza y se resta de quien lo desprecia’”

—Texto del Asesor de Artes Visuales Dirección de Artes del Ministerio de Cultura (en “Catálogo 39 Salón Nacional de Artistas”)

 

[“Aquí no hablamos de cómo está la situación… aquí estamos bien y mejorando.”]

 

 

8.

[Ya no es la época en que el artista sabihondo de técnica pero falto de teoría era víctima de comentarios malévolos y algunas veces justificados, “bruto como un pintor” se decía. ]

 

“El Maestro Nadín Ospina no es como maliciosa y despectivamente  (pues ya conocemos su opinión sobre los artesanos) quiere hacer ver Diez, un simple ceramista, sino un artista que ha ejercido su oficio en muy diversos campos como la instalación, la pintura y la escultura: Comprendidas la talla en piedra, la fundición en bronce, el trabajo con resinas de poliester y en fin muchas muy diversas técnicas. Ya para 1990 el critico y curador del Museo de Arte Moderno de Bogotá, Eduardo Serrano, anotaba: ‘Se  podría argumentar también sobre el interés técnico del trabajo de Ospina quien ha pasado del modelado en papier mache al vaciado en poliester, o se podría teorizar sobre la paradójica dualidad entre su proceso de producción artesanal y sus materiales industriales, para justificar su escogencia como uno de los artistas más destacados de una época que apenas se inicia’. (Ver texto del catálogo de la exposición los Críticos y el arte de los 90’s incluido en el libro Nadín Ospina - Refiguraciones. Pagina 113), y  como anota el actual curador del Museo de Arte Moderno Alvaro Medina al referirse a las capacidades del Maestro Ospina: ‘el pintor, escultor, dibujante, museólogo, curador, arqueólogo y crítico de críticos Nadín Ospina’’ (ver libro Nadín OspinaRefiguraciones. Pagina 83). El titulo de Maestro no se lo regalan a nadie en el mundo del arte y la cultura, es un honor que se gana con el tiempo y que no se lo puede ir auto-adjudicando cualquiera.”

Nadín Ospina Morales (en “Contestación de la demanda instaurada por Antonio José Díez Jiménez contra Germán Nadín Ospina V. por presuntos derechos de autor”, www.universes-in-universe.de/ columna/col12/contestacion-de-nadin-ospina.doc)

 

[¿cuando se había visto que un abogado no hablara bien de su cliente?]

 

 

9.

[Algunos artistas atentos a esta situación propusieron el monopolio de la curaduría a cargo de los artistas, y así pasaron ellos a dar manejo a esta transacción]

 

“The Next Documenta Should be Curated by an Artist”

—(en http://www.e-flux.com/projects/next_doc/cover.html)

 

 

10.

[La traducción de la obra de arte a la lógica y rigor de un texto tenía múltiples objetivos y para un tipo de público, determinado por una ley de mercadeo, el curador, casi con la misma rapidez del periodista, producía un tipo de texto]”

 

“Ernesto: Pero, ¿qué diferencia hay entre la literatura y el periodismo?

Gilberto: ¡Oh! El periodismo es ilegible y la literatura no se lee. Eso es todo.”

—Oscar Wilde (en El crítico artista)

 

 

11.

[ pensar en un comercio de frases cuyo destino fundamental era el texto mismo era un pensamiento ocioso propio del dandi.]

 

a) “Gilberto: […] Los griegos han sido quienes nos han legado todo nuestro sistema de crítica de arte: y podemos apreciar la delicadeza de su instinto por el hecho de que el arte que criticaban con el mayor cuidado era, repito, el lenguaje. Porque la materia que emplean los pintores y escultores es pobre comparada con las palabras. Las palabras no solo poseen una música tan dulce como la de la viola y el laúd, colores tan ricos y vivos como los que hacen adorables los lienzos de los venecianos o de los españoles y una forma plástica tan cierta y segura como la que se revela en el mármol o en el bronce, sino que sólo ellas poseen el pensamiento, la pasión y la espiritualidad. Aunque los griegos no hubieran hecho más que la crítica del lenguaje, no por eso dejarían de ser los más grandes críticos de arte del mundo; conocer los principios del arte más elevado es conocer los principios de todas las artes.[…] “

—Oscar Wilde (en El crítico artista)

 

 

12.

[Era normal y deseable que un solo texto tuviera una cantidad diversa de usos: esto era un síntoma de progreso, un nivel absoluto de homologación que auguraba la llegada de un acuerdo general en torno a la teoría que respaldaba la obra de arte.]

 

a) “Por vía del lenguaje, la crítica ha mantenido el arte dentro de la estructura de clase que rige la sociedad colombiana. A pesar de proferir una crítica didáctica, parece que los nuevos críticos no piensan su oficio en términos de comunicación o de afinar un  lenguaje acorde a los medios: diferenciar lo que se escribe para un medio masivo como un periódico, del texto para revistas especializadas, o del género televisivo, por ejemplo. A la ‘ausencia de crítica’ hay que sumarle el agravante de que la poca que hay no ‘comunica’”.

—Carolina Ponce de León (en El efecto Mariposa, Ensayos sobre arte en Colombia, 1985-2000)

 

b) “El vocabulario B consistía en palabras que habían sido construidas deliberadamente para fines políticos; es decir, palabras que no sólo tenían en cada caso una implicación política, sino que también trataban de imponer una actitud mental deseable a las personas que las utilizaban. Eran algo así como una ‘herramienta verbal’, que permitía vincular series enteras de ideas a unas pocas sílabas. Al mismo tiempo estas palabras, que siempre eran compuestas, resultaban más precisas y ‘maleables’ que el léxico ordinario. [...] Ninguna palabra en el vocabulario B era ideológicamente neutra. Muchas eran eufemismos. [...] Su uso estimulaba un estilo especial de discurso, uniforme y monótono. De hecho, esto era lo que se pretendía: que el discurso (y en particular el que se refería a temas ideológicamente ‘opinables’) fuera lo más independiente posible de la conciencia del hablante.”

George Orwell (En Principios de la Neolengua)

 

 

13.

[Las experiencias nefastas de los excesos de la crítica de arte habían sido aprendidas]

 

a) “La crítica de arte ha perdido credibilidad porque en la trasescena corren vientos de odio, manipulación de los medios y vedettismo. […] La crítica se mueve en Colombia entre dos extremos, el recuento libresco de frases obtusas al margen del público lector, y la banalización de la crítica; no se sabe que es peor, si leer ‘todo es posible en una visión del mundo donde existe la simultaneidad atemporal’ (Ana María Escallón) o ‘razón tiene Beatriz Salazar cuando afirma que trasladar el Salón Nacional a Cartagena es como trasladar el Concurso Nacional de Belleza a Bogotá’ (Eduardo Serrano). Un  crítico ha llegado a mencionar en las últimas semanas que ‘No hay nada más feo en la pintura que oponer un amarillo zanahoria a un malva subido’ (José Hernán Aguilar). ¿Qué efecto puede tener sobre el artista un comentario de este género? Sólo lo llevará al desprecio por la crítica de arte.”

—Beatriz González (en “Lo vergonzoso de la crítica”, en El Mundo Semanal, Medellín, 10 de octubre, 1988)

 

b) “XIII. El público debe padecer siempre injusticias y, no obstante, sentirse siempre representado por el crítico”.

—Walter Benjamin (en Dirección Única / La técnica del crítico en trece tesis)

 

 

14.

[la posibilidad de hacer textos creativos había degenerado en una crítica lírica más cercana a la literatura que a la teoría y que habían convertido al texto de arte en un vademécum de licencias poéticas]

 

“Dicho de otra forma, su trabajo se halla inmensamente enriquecido por significaciones culturales, las cuales lo particularizan aportándole una estética y una historia distintas, provenientes del mundo indígena y ligadas con su magia, hechizo, misterio e irracionalidad. Pero una irracionalidad que sólo lo parece a nuestros ojos de citadinos globalizados y homogéneos, porque en realidad se trata de la racionalidad desconocida de seres con otro sentido del tiempo y de la historia, y con una cosmovisión que difiere ampliamente de la establecida y acatada en la casi totalidad del planeta. Sus obras exigen una purga, una limpieza de todo preconcepto para poder actuar sin cortapisas y suministrar sabiduría.”

—Carlos Serrano (en Eduardo Jacanamijoy, espíritu, naturaleza y color de Villegas Editores)

 

 

 

15.

[Los textos curatoriales restituían la obra de arte al mundo y la soltaban de las ataduras formales que la crítica de arte, en su miopía, se había esforzado por mantener]

 

a) “La materia prima de Fausto (1993) fue una pintura de Carlos Salas de diez metros de ancho, ya exhibida por su autor, que el propio Salas fragmento ajustándose a las especificaciones dadas por Ospina, fragmentos que éste mandó a enmarcar de cierta manera. Los detalles seleccionados fueron ‘instalados’ en las paredes de la galería alrededor de una mesa que tenía ocho floreros de cristal con rosas blancas, rosas que en Goethe son las flores de la salvación. Dos composiciones musicales se escuchaban continuamente, alusión al coro celestial con que finaliza el texto goethiano, interrumpidas a intervalos por una salva de aplausos in crescendo. Cada salva iba acompañada de una paulatina disminución de la intensidad lumínica de la sala. Ospina celebraba —y a un tiempo parodiaba— que el crítico José Hernán Aguilar hubiera seleccionado el ahora fragmentado cuadro de Carlos Salas, Titulado La anfibia ambigüedad del sentimiento (1989), como una de las diez obras maestras del arte colombiano de los años ochenta. […] Al expresar las ideas de armar y desarmar, Aguilar le sugirió a Salas un camino a transitar. Solo que Nadín Ospina también captó la señal. Como es un humorista muy serio, se apropió para sí la idea de armar, desarmar, rearmar. […] Salas fue explícito al escribir en el catálogo: ‘Aguilar inicia el juego de la obra maestra, Ospina ironiza esta relación, de por si irónica de Aguilar, transformándola en una posible OM (obra maestra)’”. En resumen, el Fausto de Ospina era la ironía a una ironía. “

Alvaro Medina (en el catálogo de la exposición “Refiguraciones”, Museo de Arte Moderno de Bogotá)

 

b) “Más de 10 años después la obra Fausto ha sido puesta nuevamente en escena,  esta vez con otro nombre, Elogio a la ironía, y en otro lugar, la Galería Mundo. La materia prima de Fausto II (2005) ha sido Nadín Ospina que ajustándose a las especificaciones dadas por el espacio de Salas –director de la galería–, instaló en la galería piezas que abarcan su producción desde 1981 hasta su última obra Colombia Land. Las obras seleccionadas fueron instaladas en las paredes de la galería cercanas a una mesa que tenía un director (Carlos Salas), un gerente (Juan Salas), un investigador (Adriana Hoyos), un asistente (Natalia Arciniegas), un distribuidor (Juan Castillo), un computador, un telefax, papelería y unos floreros de cristal con flores de color amarillo que según el feng shui atraen la prosperidad en los negocios. Notas culturales se escuchaban continuamente por la radio y la televisión, y partituras con boletines de prensa aparecieron en los periódicos y en el internet. Ospina celebraba que el curador de arte Alvaro Medina (en reemplazo del critico de arte José Hernán Aguilar) lo había designado como ‘crítico de críticos’. Al expresar las ideas de criticar la critica, Medina le sugirió a Ospina un camino a transitar, solo que Salas también captó la señal. Como es un comerciante muy serio, se apropio para sí la idea de socializar y comercializar, y de comercializar y socializar. Ospina fue explícito al declarar que su propuesta se dirige al ‘oportunismo y al cinismo de muchos creadores’ frente al tema del arte, y a los curadores internacionales que, según dice, sólo ven en América Latina ‘una tierra’ de arte. Salas fue explícito al escribir en el catálogo: ‘Medina inicia el juego de la obra maestra, Salas capitaliza esta relación, de por sí modesta en Medina, transformándola en una posible OM (obra maestra)’. En resumen, el Fausto II de Ospina y Salas era la refiguración de un lucro intelectual (ganado en los años ochenta y noventa) en un lucro económico (de recaudo en el 2005).”

—Lucas Medina (en Recapitalizaciones, texto inédito)

 

 

16.

[algunos detectaron que el auge de la curaduría había liberado un espacio que podía ser apropiado para la crítica,]

 

a) http://www.geocities.com/laesferapublica/

 

b) “No creo que la crítica de arte haya muerto. Como tantos otros certificados de defunción (el de la pintura, el del arte), éste, a mi modo de ver, también es falso. […] Creo que habría que poner en discusión la noción de ‘crítica de arte’ […] Porque, desde mi perspectiva, ésta antes que parecer el cadáver de una viejita decrépita, en nuestro país, es, por el contrario, una jovencita rozagante, inteligente, un poco desaliñada, grosera muchas veces y, sobre todo, democrática e irreverente. Basta con recordar la reciente discusión sobre la exposición de `moda contemporánea para muñecas’ del Museo de Arte Moderno de Bogotá, para mostrar un argumento fehaciente de mi posición. / En este sentido, la actual situación de la crítica de arte en Colombia debe ser pensada como un estadio nuevo, que presenta formas, discursos y protagonistas diferentes a los que hasta ahora había presentado. Antes que haber muerto o hacerse irrelevante, se está transformando en algo nunca antes visto. Uno de los muchos elementos nuevos que la caracterizan es el ‘lugar’ en donde aparece. Este supone, de hecho, una transformación estructural que, a mi modo de ver, está en directa relación con las formas contemporáneas que está adoptando tanto el pensamiento crítico como su socialización, es decir, lo público. Así, es necesario dejar de lado nuestros ‘prejuicios’ sobre el modelo y el ideal de crítico de arte que hasta ahora hemos visto.”

–William López (en http://www.universes-in-universe.de/columna/col49/03-07-26-lopez.htm)

 

 

17.

[Unos pocos curadores mostraron mediante una práctica discreta y esporádica cierto interés por mantener la figura del crítico de arte, sin embargo sus intenciones fueron menguadas por los compromisos que la curaduría misma exigía,]

 

a) Muchas nueces poco ruido:

“Pero si la posición de ‘comentarista cultural’ no es suficiente, la diatriba tampoco es un camino éticamente viable. La crítica debe explicitar una posición personal frente a un tema específico, y debe servir como instancia de control tanto para el artista como para el público. Esta posición incisiva se sustenta en un análisis profundo del sujeto de su estudio, y no se enfoca en aspectos superficiales o anecdóticos para de allí desarrollar un argumento: hacen falta mas nueces y menos ruido.”

—José Ignacio Roca (en http://www.universes-in-universe.de/columna/col1/col1.htm)

 

b) Mucho ruido pocas nueces:

“El lenguaje nombra y al hacerlo sitúa, señala, segrega. Los títulos en el trabajo de Bermúdez usualmente ayudan a situar la lectura de la obra en un contexto relacional, puesto que llevan implícita una declaración, una pregunta o una imprecación. Esto es evidente cuando utiliza piropos para nombrar sus imágenes ‘pornográficas’, o cuando recurre a las frases clisé utilizadas en las relaciones amorosas. En el caso de los piropos las palabras no son necesariamente vulgares, pero debido a la forma lasciva como son utilizadas se convierten en una intrusión arbitraria en el espacio íntimo de una mujer, realizado a plena luz y en el espacio público: una violación simbólica de tal intimidad, metáfora de una intrusión más violenta y no consentida del cuerpo femenino como objeto de deseo. Bermúdez presenta un sucedáneo del cuerpo deseado, travestido en puro objeto sexual con la ayuda de los productos que se utilizan para exhibir el cuerpo públicamente. Aquí hay también una conexión en el ámbito del lenguaje con los códigos de lo pornográfico, cuya etimología es ‘exhibir públicamente’.”

—José Ignacio Roca  (en http://www.universes-in-universe.de/columna/col1/col68.htm)

 

 

18.

[estaba visto que la curaduría debía ofrecer una imagen correcta e inclusiva y que desarrollar prácticas exclusivas e individualistas iba en contra de las políticas de institucionalidad y sociabilidad en las que el arte se había inscrito.]

 

“¿Entonces. siente verdaderamente lo que escribe? –le preguntó Vernou con aire zumbón–. En realidad somos mercaderes de frases y vivimos de nuestro comercio. Cuando desee escribir una gran obra, un libro, puede plasmar en él sus pensamientos, su alma, dedicarse a él y defenderlo; pero los artículos, que hoy se escriben y mañana se olvidan, a mi juicio no valen más que el dinero que por ellos se paga. Si da importancia a semejantes estupideces, hará el signo de la cruz e invocará al Espíritu Santo para escribir un prospecto. / Todos parecieron asombrados de encontrar escrúpulos en Lucien y acabaron por hacer jirones su toga pretexta y endosarle la toga viril de los periodistas.”

—Honore Balzac (en Las ilusiones perdidas)

 

 

19.

[Al final la gente se acostumbró a la rara manía, de este día y época, de pretender llamar la atención sobre la critica de arte y con esto su destino quedo marcado.]

 

a) “La gente se acostumbró a la rara manía, de este día y época, de pretender llamar la atención sobre un artista del hambre y con esto su destino quedo marcado.”

Franz Kafka (en Un artista del hambre)

 

 

 

 

 

esferapublica